Festival Internacional de Poesía
Del 24 al 28 de mayo
En homenaje al poeta hondureño Oscar Acosta

viernes, 13 de mayo de 2011

Roberto Sosa - Honduras




Roberto Sosa, nació en la ciudad de Yoro, Honduras, el 18 de Abril de 1930. Colabora en los principales Diarios y Revistas de Honduras y demás países Centroamericanos, Su obra poética ha sido favorablemente comentada en España, Colombia y México. Pertenece al grupo de intelectuales Hondureños «Vida nueva» y actualmente dirige la Revista mensual Arte y Letras «Presente», publicación de Carácter Centroamericano. Ha obtenido los premios Adonais (1968), Casa de las Américas (1971) y el Nacional de Literatura "Ramón Rosa" (1972).

Obras publicadas; Calígrafas (Poesía), Tegucigalpa, 1959. Muros (Poesía), Tegucigalpa, 1966. Mar Interior (Poesía) Tegucigalpa, 1967. Antología de la Nueva Poesía Hondureña Prólogo y selección de Oscar Acosta y Roberto Sosa) Tegucigalpa, 1967.
Un mundo para todos dividido" (1971). Secreto militar (1995). El llano de las cosas (1995) y digo mujer (2004). Su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán, japonés e italiano.

Poemas

FÁBULA DE LA MUERTE

Éste es el muro: no hay puente,
ni relámpago,
ni océano.
¿Cómo olvidar su exacto
dominio entre lo obscuro?

Me mareo de angustia
y te hablo de aquellos
que no tienen ni una piedra
en que tender los huesos,
porque, oh muerte,
¿qué inválido ignora los días de lluvia
cuando tú multiplicas
tus sillas de ruedas?
¿Qué anciano abandonado
desconoce tus hierros?
¿Qué animal perseguido
no sabe de tu trato?

De niño conocía tu apariencia
allá en mi pueblo junto a las fogatas
que hacen las pobres gentes.
TE solía mirar en mis textos
de escuela y alguna vez hablamos
sobre tus cacerías de mendigos.

O en el límite abierto de par en par
donde ella gritaba mi nombre
cada vez más distante,
ya entonces advertía
tu arena movediza.

Desde aquel tiempo a éste
me espías sin descanso.
Te reconozco en mis preocupaciones,
en los encuentros,
en la palabra diaria;
dentro de los sanatorios
de la nieve
donde se hace más pálido tu rostro,
y si moviera un dedo,
expiraría
en la palabra libertad que escribo.

Sí,
éste es el muro y su dudosa torre.
Y yo huyo -en círculos-
con mi frágil cuchillo
de marinero muerto.

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