Festival Internacional de Poesía
Del 24 al 28 de mayo
En homenaje al poeta hondureño Oscar Acosta

viernes, 13 de mayo de 2011

Margarita Drago - Argentina


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Margarita Drago es argentina, radicada en Estados Unidos desde que salió de la cárcel, en 1980. Como ex-prisionera política ha representado a su país en congresos realizados en los Estados Unidos, México, Perú y Francia. Ha publicado en periódicos y revistas literarias, educativas y de derechos humanos. Es profesora de lengua española, literatura y educación bilingüe en York College, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Actualmente es la vice-presidenta de Latino Artists Round Table, una organización cultural sin fines de lucro fundada en 1999, un proyecto de resistencia a la hegemonía del mercado corporativo de la cultura. Ha participado en la organización de congresos, conferencias, tertulias literarias de LART y, también, ha representado a esta organización en lecturas, presentaciones y charlas en centros culturales y universidades. Es autora de Fragmentos de la memoria: Recuerdos de una experiencia carcelaria (1975-1980), y de Sor María de Jesús Tomelín (1579-1637), concepcionista poblana: la construcción fallida de una santa, obra inédita de la que se han publicado capítulos.

Poemas de Margarita Drago

Atacama                                
Un telescopio gigante apunta su ojo  certero al firmamento en medio del desierto de Atacama. El hallazgo de una estrella conduce a la búsqueda  esperanzada de otra, en una cadena interminable de descubrimientos. 
Un grupo de arqueólogos busca vestigios de la civilización perdida, a la que otra hundió, despiadadamente, en la tierra. 
Una madre camina encorvada en esta  inmensidad de arena,  espina y piedra. Se detiene, escarba, hurga, busca rastros de seres queridos. No importa que la tierra le devuelva un hueso, una mano, un pie, un calcetín, un signo que cierre el ciclo angustioso de la búsqueda y dé comienzo al duelo. 
Ay, si por un instante el telescopio  cambiara su objetivo    y  dirigiera su ojo gigantesco a la tierra,  para al fin,  desenterrar a tantos  muertos. 
 
Visión
Hoy,  Northern Boulevard se me figura la avenida Córdoba. Lo transito hacia el norte y los edificios  se vuelven casas de ladrillo con jardines  y enredaderas frescas trepadas a sus muros. Hoy,  Northern Boulevard se estrecha, se torna  calle familiar. Miro un punto fijo en la distancia,  y se vuelve punto allá en el sur. Las nubes se precipitan y van a dar contra la piedra del asfalto donde se dibuja el rostro  de mi madre. Quiero
atraparlo,  grabarlo en la memoria, y la imagen se diluye en el aire.

Reconstrucción

I

Rostros inquietos,

narices que hurgan,

ojos que husmean

papeles revueltos.

Sombra sigilosa

que se arrastra,

se encarama

en los estantes.

Manos que buscan

la llave que herrumbró el olvido.

Puertas se abren

La noticia atraviesa

paredes.

La imagen se congela.

La luz abre mis ojos,

lentamente

los cierra.

Otra vez allí, a mis espaldas.

Se alargan,

se encogen,

se esconden,

aparecen.

Me siguen,

persiguen,

buscan,

y acorralan,

me hacen guiños,

son mueca-carcajadas.

Los echo,

los espanto,

cierro puertas y ventanas.

Otra vez allí, del otro lado.

Los llamo,

los convoco,

los amarro

los escupo,

los aprieto,

los destripo,

y caen

como guiñapos

a mis pies.

II

Exhausta

me incorporo.

Los miro,

los llamo

por sus nombres verdaderos,

los levanto,

los re-armo,

les devuelvo

la boca,

los ojos,

la mirada,

y con ellos,

mis collares,

mis orejas,

mis pendientes,

vuelta nube,

vuelta aire,

echo a andar.

Hora crepuscular

En esta hora crepuscular, hora exacta de un lunes de marzo,

camino bajo un cielo plomo por las calles de mi barrio,

araño nubes y busco respuesta a las preguntas de siempre.

Tú, en tu cuarto de tres por cuatro,

espantas demonios y haces pactos con los dioses.

El fragua palabras en hornos de plata fina

con las que pretende herir de muerte al centauro.

Ella llora en silencio la muerte temprana del poeta.

Nosotros, los soñadores de entonces,

nos empeñamos en que emerja el hombre nuevo

entre escombros de hierro y de cemento.

Y ellos, qué será de ellos en esta hora exacta,

hora crepuscular, dónde habrán ido a dar tanto amor y tantos huesos.

Atada de pies y manos

 
Quién diría, yo que vi  a la muerte pasearse muy oronda en los pasillos de 
Villa Devoto, en los pabellones de la vieja alcaidía, tras las rejas y  frente a las 
rejas. Yo que he visto tantas veces  su ojo  amenazante apuntarme con  certeza 
detrás de la mirilla de la celdas, me encuentro aquí, en la cuna del imperio, 
al  que combatí con palos de escoba y jarros de aluminio, con lapicitos de punta 
fina y con el  arma más certera: la palabra. Me encuentro aquí, en esta urbe 
decadente, atada de pies y manos, desovillando el pasado, buscando el punto de 
partida y un puerto donde anclar. ¿Volver al origen? No sé si pueda, he mudado 
tantas pieles, he caminado tantas ciudades, he aprendido a distinguir tantas lenguas y tantas variedades de la mía, que no sé si logre encajar en la vida pueblerina y ver el mundo desde la única ventana que lo vieron mis ancestros. Lo cierto es que aquí tampoco quepo. Tengo a mi disposición muchas ventanas que me permiten ver el mundo  desde múltiples ángulos; pero me faltan manos que las abran y ojos que miren a través de ellas. Me faltan  los pobrecitos de mis pueblos, los sin techo,  los malhablados que no fueron a la escuela, los sin dientes, los   sin ropa, los que ven el pan de cada día en la mesa de los ricos. Me hacen falta los niños,   los jóvenes,  las mujeres de mis  barrios. Me hacen falta mis hermanos.  

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